sábado, febrero 16, 2008

Cuestiones filosóficas en torno al pollo

Otro de esos artículos interesantes de Juan José Millás. Disfrutadlo y pensad en ello, porque seguro que no habeis reparado en que eso sucede en nuestro cuerpo.

Debajo de la superficie de las cosas está ocurriendo siempre algo insospechado o que no guarda relación alguna con lo que sucede arriba. El otro día, mientras por fuera daba el pésame a un amigo que acababa de perder a su esposa, por dentro estaba haciendo la digestión de una comida algo pesada.

Por lo general, no soy consciente de mis procesos digestivos, los hago sin querer, como todos. Pero justo en el momento de abrazar a mi amigo para expresarle cuánto sentía aquella pérdida, tuve una visión de mi estómago, donde los jugos gástricos se empleaban a fondo para triturar un bolo alimenticio más duro de roer de lo normal. Tal vez, pensé, también el cuerpo de mi amigo viudo se encontraba por dentro en plena digestión, mientras que por fuera lloraba la muerte de Lucía, que así se llamaba la difunta.


Lo que ocurre fuera casi siempre es distinto de lo que sucede dentro. A lo mejor te levantas de la cama eufórico, dispuesto a brillar ese día donde quiera que vayas. Y quizá brilles, pero mientras asombras con tu ingenio a los compañeros de la oficina, un virus está trabajándote el hígado. Te encuentras feliz, porque todo está en orden, sin saber que al día siguiente te tendrás que quedar en la cama. Muchas enfermedades no dan síntomas, por lo que no hay forma de detectarlas hasta que se declaran. Nos asombraríamos si comparáramos lo que habitualmente sucede dentro de nuestro cuerpo con lo que sucede fuera de él.

Los médicos llaman a la hipertensión el "asesino silencioso" porque no anuncia su llegada. Si al despertarnos supiéramos que ese día, a las doce, íbamos a tener un infarto, nos comportaríamos de otro modo.
Y hablamos de la tensión por no hablar de las enfermedades morales. Con frecuencia, queremos alcanzar cosas que nos dañan. Naturalmente, no sabemos que nos dañan. Por el contrario, estamos convencidos de que su conquista nos hará felices o nos completará. Pues ni una cosa ni la otra, porque tampoco hemos logrado aprender a desear lo que nos conviene. Parece mentira, pero es así.

Siempre, por debajo, ocurren cosas que nada tienen que ver con lo que se manifiesta por arriba. Si nos asomáramos a un viñedo en esta época del año, nos sorprendería comprobar que las cepas parecen brazos muertos y semienterrados en una tierra baldía, seca, dura. A veces, flota sobre ellas, a modo de sudario, una fina capa de niebla que acentúa esa apariencia mortuoria.Por debajo de la tierra, sin embargo, hay una actividad incesante que enseguida se manifestará en los primeros brotes.

Leo en el periódico que las medusas se preparan ahora para el verano. Nadie, observando el mar, imaginaría el dinamismo existente bajo su superficie. Este verano, cuando vayamos a la playa, las medusas se manifestarán en todo su esplendor porque una de las características de lo que sucede dentro es que tarde o temprano sale fuera. Hace unos meses, mientras las Bolsas de todo el mundo, pletóricas de euforia, arrojaban beneficios a los especuladores como los Reyes Magos arrojan caramelos a los niños, por debajo del parqué maduraban sin prisas las hipotecas basura, los préstamos imposibles, los impagados feroces, que ya han emergido con todas sus secuelas. De lo que no tenemos ni idea es de lo que en estos momentos se mueve por debajo de la crisis. Las medusas se preparan durante el invierno.

Es lógico que el ser humano intente superar esta ignorancia. Si quienes bailaban alegremente el charlestón o el vals en los felices veinte hubieran tenido una idea de lo que se cocía debajo de los salones de baile, tal vez la historia del siglo XX europeo hubiera sido menos cruel. Pero lo cierto es que no tenían ni idea. En las salas de los museos hay unos aparatos que miden el temblor del subsuelo, por si los terremotos. Pero hay terremotos (físicos o sentimentales, igual da) que no avisan, que no dan síntomas, que abren la puerta sin llamar.

En un hospital de EE UU han logrado crear, gracias a los avances de la genética, un pez transparente, al que puedes observar al mismo tiempo por dentro que por fuera. Se espera de este modo seguir en directo el crecimiento de un tumor. Ignoramos si la técnica sería aplicable a los seres humanos o si compensaría verse la próstata cada día para coger a tiempo sus enfermedades. Pero por muy transparentes que fuéramos, siempre quedarían en nosotros zonas oscuras. La ciencia ha logrado ver lo que ocurre minuto a minuto en el interior de un huevo fecundado. ¿Nos hace eso ser más sabios respecto a la naturaleza íntima del pollo? Es evidente que no. No tenemos ni idea de dónde viene el pollo, ni a dónde va cuando nos lo comemos. No sabemos nada de nada. Buenos días.

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