jueves, enero 30, 2014

Crónica "El veneno del teatro"

CRUELDAD NECESARIA PARA EL ESPECTADOR

El teatro Cervantes acogió esta función dirigida por Mario Gas donde podemos disfrutar de un acto de crueldad de un personaje a otro pero a la vez de dos de las mejores interpretaciones que he podido observar de sus dos protagonistas, Miguel Ángel Solá y Daniel Freire


Me comentaba Daniel Freire en la entrevista que tuvimos previa sobre la obra, que “el público se convierte en un tercer personaje” y vaya si no le faltaba razón. El público es consciente de un juego de la más absoluta crueldad y como dice el personaje interpretado por Miguel Ángel Solá (aunque podríamos cuestionarnos el denominarlo “personaje” tal y como se hace constantemente en la función), el público debe permanecer sentado y contemplar con la más absoluta impotencia cómo se destroza la vida de un ser humano.

El veneno del teatro” es completamente inquietante por varios motivos. Uno de los más principales son la combinación de silencios y miradas, nosotros que vivimos en una sociedad donde se impone el ritmo y el dinamismo, el hecho de que uno de los personajes interpele y el otro no conteste, le haga dudar y simplemente le observe, provoca no sólo que el personaje interpretado por Freire se vuelva loco si no que se traslada al público inmediatamente. Inquieta también el transcurso de lo que va sucediendo, sin pausa pero desarrollando los acontecimientos con un ritmo más lento pero lo que más aplaudo es que nadie, por mucho que alguno presuma que se imaginaba o sabía lo que iba a pasar, se espera ni lo que va a pasar ni cómo acaba esta locura de historia. Y por último, el personaje de Miguel Ángel Solá, quién ya ha sido añadido a mi lista de malos favoritos. Absolutamente brillante con el condicionante que, aunque nadie aprueba sus métodos, su lógica y la manera en que quiere demostrar sus teorías, como científico que es, es acorde con lo que quiere demostrar. Por tanto, aunque nadie en su sano juicio, caería en idear esa angustia hacia ninguna persona, lo cierto es que tiene razón en alguna de sus conclusiones, sobre todo, en lo que se refiere a nuestra manera de actuar en la vida cotidiana.

Y es que ese es el asunto principal, ¿actuamos en nuestra vida cotidiana?¿nos dejamos llevar por la vestimenta, el aspecto exterior en definitiva, y actuamos acorde a esa circunstancia?¿un actor cómo debe actuar para que su personaje pueda ser lo más real posible, separándose o acercándose a él?. Todas estas dudas se van formulando en una obra magistralmente dirigida por Mario Gas, con un ritmo en progresivo, esas pausas angustiosas y esos diálogos secos pero que no les hace falta ni un ápice más, con unas interpretaciones bárbaras de dejarse la piel y el sentimiento por parte de Miguel Ángel Solá y Daniel Freire, a quién echaba de menos descubrirle en estas facetas más interesantes y con un juego en el apartado de la iluminación, muy brillante y perfectamente apropiado para lo que se necesitaba enfatizar.


Aunque sea un texto muy conocido por el mundo de los actores, lo cierto es que el toque personal que tiene este veneno del teatro, te hace volverte loco por su efecto de haber sido cómplice y, a la vez, disfrutar de un thriller tan perfectamente ideado y que es una garantía de éxito para todos los que se atrevan a probarlo. Tengan cuidado, que este veneno del teatro es totalmente adictivo.

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