viernes, enero 30, 2015

Crónica "Donde hay agravios, no hay celos"

UN DESCUBRIMIENTO CLÁSICO PARA QUEDARSE EN LA MEMORIA

Elenco de "Donde hay agracios no hay celos"
Cuando hablaba de la obra que más me ha gustado e impactado de este Festival de Teatro de Málaga, "Misántropo", hacía referencia al origen de porqué no puedo vivir sin teatro. Lo que te provocan esos diálogos, la mirada que no puedes apartar ante las sorpresas y giros de la trama y el regusto indescriptible de cuando has presenciado un gran trabajo actoral y has podido disfrutarlo.

Prácticamente puedo repetirme con este montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que tuve la suerte de vivir ayer en el Teatro Cervantes de Málaga. Pero incluso le voy a añadir algo más, mi primer recuerdo teatral fue con "El alcalde Zalamea" y desgraciadamente mi memoria no alcanza a recordar cual era la compañía que lo trajo al Teatro Alameda. Tenía 14 años. Y mi padre sabía que adoraba el teatro clásico y el verso y decidió venir conmigo para que sintiera la misma esencia que tenía ayer cuando vi "Donde hay agracios no hay celos".

Volví atrás en el tiempo de esa adolescente que no pillaba completamente todas las frases pero que por el buen hacer de los actores, la escenografía y una apropiada adaptación del texto, pudo captar cada momento y detalle de esta historia de equívocos que se convierte en celos y agravios. Nada más por eso, doy mis gracias infinitas al trabajo de Helena Pimenta, Fernando Sansegundo y todo el elenco actoral.

Entrar en el patio de butacas del Teatro Cervantes y ver esa escenografía en forma de tablas de madera que llegan al techo es algo mágico que sólo el teatro te puede ofrecer. Y al comenzar la representación, hay huecos en las tablas donde aparecen cosas, de repente aparecen colgados elementos importantes para que continue la historia y sorpresas que uno no espera, mucho menos si se habla de algo clásico que pudiera entenderse equivocadamente que es algo cerrado que no tiene posibilidad de ser atractivo. Nada más lejos de la realidad. Las casi dos horas que dura el espectáculo se te pasan volando. Los acontecimientos van sucediéndose con una rápidez y un ritmo y cambio de personajes que tu atención no puede parar de observar el escenario.

Algo atractivo y muy acertado que tiene esta compañía es que nadie va por encima de nadie. Todos dan lo mejor de su trabajo para cantar el verso de una manera ideal y que da gusto escuchar, propician esa comicidad ingenua y a la vez satírica, con juegos de palabras imposibles, que despiertan las carcajadas más insospechadas y utilizan el cuerpo para entregarse por completo a lo que sus personajes requieren y el público agradece porque les comprende mejor y empatiza más con ellos. David Lorente es de lo más divertido que he visto encima de un escenario en mucho tiempo, Jesús Noguero y Rafa Castejón interpretan unas coreografías de espadas que levantan las emociones de cualquier alma teatral, Clara Sanchis y Natalia Millán envuelven de ternura y una ingenuidad exquisita a esas mujeres deseadas y que provocan tantos conflictos y vaya voces, Óscar Zafra, Nuria Gallardo y Mónica Buiza tienen unos movimientos que provocan la envidia de quienes no sabemos ni andar con tacones y cómo recita el gran Fernando Sansegundo que te dan ganas de darle palabras para que simplemente las narre y te quedes escuchando a su lado.

La música del acordeón Vadzim Yukhnevich (si, he tenido que mirar el programa para escribir su nombre) es simplemente ideal y sirve, como nos adelantaba su directora Helena Pimenta, como un personaje más que nos cambia de escena y que resulta idónea para entrar en la acción que cada una de las escenas necesita. Y esa licencia de incluir diferentes tipos de música que no tienen nada que ver con la época, no resulta equivocada y ni piensas que no pertenece a ese momento, está tan bien interpretada que sirve para que te dejes llevar y acompañes esas melodías.

Me ha hecho especialmente feliz ser partícipe de esta gran obra clásica, lamentablemente desconocida y que volviendo a reiterar las palabras de Helena Pimenta, suponen una de las mejores comedias que se han escrito en Europa. Gracias por hacerme volver a esos 14 años.

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