lunes, febrero 02, 2015

La vena escritora

Siempre me ha gustado escribir, llevar un papel donde anotar las ideas que se me pasaban por la cabeza o para recordar lo que día a día te hace falta para solucionar esas cuestiones que nos asaltan cada segundo.

Aún soy bastante analógica, llevo mi libreta a las ruedas de prensa y a las entrevistas y apunto lo imprescindible a pesar que mi grabadora tenga constancia de lo que se dice, mi casa podría estar empapelada de post-it y calendarios con todo lo que me propongo hacer cada semana y que voy organizando y mis listados de la compra en papel, ah y libros para leer en el tren en papel. Creo ya que definitivamente puedo usar mi e-book para calzar alguna mesa

El papel y un boli es algo que no me va a faltar nunca en mi bolso. Y queda raro ese momento de darte tu número y no sacar directamente el móvil pero es lo primero que me sale cuando se dan este tipo de situaciones.

De pequeña recuerdo imaginar cuentos y escribirlos, a saber donde han ido a parar, pero lo que más me gustaba hacer era escribirme diálogos para hacer voces de personajes, quizás por eso me muero por hacer algo de doblaje y jugar con la voz para que salga esa entonación perfecta para quién tuviera que ponerle un sonido. Creaba historias y me sentía feliz de leerlas. Me parecía más útil que escribir un diario. ¿Qué mejor que usar tu imaginación para crear tus mundos que ir narrando el que ya existe y se conoce? Así pensaba y desearía que algún reducto de esa Natalia siguiera en mí, en las locuras que escribo. Que no fueran tan reconocibles y diera pie a que nadie entendiera que estoy expresando, pero que no importara porque resultara divertido y que mereciera la pena

Ya más adolescente, después de ser tantas veces narradora y ninguna princesa, las prioridades absurdas van cambiando y dejas el papel y el boli a un lado. Y tardas en volverlo a coger y a recordar lo mucho que te gustaba. No encuentras tiempo ni lo intentas para volver a diseñar a personas que no existen o lugares que logras recrear porque te has inspirado en una película. Pero sí que creaba programas de radio. Me empezó a entrar el gusanillo del micrófono y escribía los programas que quería realizar. Puedo confesar que esos momentos fueron los más felices de mi adolescencia. Mi patética adolescencia donde eras un cero a la izquierda pero cuando soñaba con coger un micrófono me convertía en el número que a mi me interesara ser. Y me daba a valer como nunca conseguía.

Con la universidad, escribir se convirtió en un trabajo, como cuando te obligan a leer libros para comprensión lectora. No hay un fin personal, simplemente buscaba aprobar y mostrar lo que sabía que el profesor quería encontrar en mis escritos. Pero no habia alma, corazón ni ningún toque mío que me hiciera sentir orgullosa de lo que hacía

Y llegó en su momento y recientemente, las claves por las que me he dedicado y decidido de nuevo a volver a escribir. Primero fue el master de radio de Barcelona, donde me dejaban crear y jugar, hemos hecho programas que yo ahora escucho en radios generalistas de una forma más mejorada y con medios a su alcance, pero con esa misma idea e ilusión. Y en esos intentos, había reciprocidad con quién los escuchaba y leía y más que nada, ánimo para seguir escribiendo e innovando. Si mi cerebro hace click cuando tengo que escribir cualquier cosa, la causa fue Barcelona y todo lo que allí aprendí, sin ninguna duda

Y la parte reciente ha sido escribir los microteatros de Tres 14. Algo impensable para mí y que no entraba en mi cabeza ni en mi sueños que pudiera suceder. Al comienzo, mi intención era escribirlos con otro genio del humor del que quería aprender pero por circunstancias laborales y de fechas, me tuve que poner manos a la obra con esta tarea. Y este reto que iba a servir para tenerlo todo como estaba previsto, me hizo cerciorarme de lo mucho que me gusta poner palabras a los personajes que creo, provocar una risa en un espectador de manera especial y contar con los actores y actrices que quieres para que le pongan voz a tu locura escrita.

Me reitero en que mis miércoles son adictivos e irrepetibles porque es verdad. Porque salgo con un subidón que no se puede describir. Y porque engancha. Engancha de tal forma que todas las noches necesito escribir algo. Un poema, una crítica, una entrevista, en definitiva, sacar lo que llevo dentro, lo que quiero reclamar y lo que siempre quiero decir. 

Verdaderamente también me he dado cuenta que en mi vida hago como cuando escribo. Suelto, sin pensar, lo que se me pasa por la cabeza. Con sus consecuencias, evidentemente. Pero no sé escribir de otra manera, no sería yo, no serían mis sentimientos ni mis palabras. A los chicos que he querido, les he pedido salir y les he dicho que me gustaban, a mis amigas y amigos les digo lo que pienso de las historias que me cuentan y cuento siempre lo que me pasa durante el día.

Desahoga, lo reconozco, y es como una terapia que puedes ponerte tu misma para solucionarte las dudas y el estrés que se pueda relacionar. Es una droga total que te atrapa y busca el verbo adecuado para ponerle su complemento directo del sujeto que siempre soy yo.

Seguiré escribiendo y creando y lo único que deseo es que os provoque algo por lo que os merezca la pena haber perdido ese tiempo en leerme. 

El arcón sigue en obras para dar un mejor servicio, más atractivo y más profesional. Mientras tanto, nos seguimos leyendo por aquí. Gracias a mis arconeros.

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