viernes, febrero 20, 2015

Los nervios

Soy una persona nerviosa. Quién me conoce, sabe que ese es mi estado de ánimo natural. Y como pasa con los aspectos asquerosamente tradicionales de nuestra existencia, el ser así está mal visto. Tanto que somos víctimas de ese maldito "tranquilízate" y similares.

No sé porqué la pachorra está mejor vista. Pachorra en el sentido de calma, lentitud y para mí, desesperación. Cuando le pido algo a alguien, y hay que andar esperándole o recordándole el motivo de la solicitud, es algo que puede conmigo y con mis nervios, ya que hablamos de ello.

Aceptando que tienen que existir los dos extremos y que felicito previamente a quién sabe estar en terreno neutral, quiero romper un lanza a favor de los y las "mari-nervios". Y que, cuando nos encuentres, entendáis que es nuestra manera de expresarnos y, de verdad, que no significa que necesitemos alzar la voz para tener razón o que no seamos conscientes de lo que estamos diciendo. Simplemente, nos expresamos así y no sabemos hacerlo de otra forma. Es más nos da igual, que por la calle o en un espacio con mucha gente, nos vean y se nos queden mirando. Ya es como parte de nosotros y lo que siempre nos pasa. Pero no nos intentéis cambiar porque va a ser tarea imposible.

Yo, de pensar, que ante cualquier trabajo, me tenga que poner a escribir lento, llamar de forma pausada, no imponerle un ritmo a mi vida, es que estoy pensándolo y mis nervios están apareciendo por todas las partes de mi cuerpo. Me gusta más disfrutar de mi caos, moverme sin parar y que, al final, tenga que pegar botes de alegría porque ha salido todo como me esperaba o mejor. 

Es curioso que he encontrado momentos en los que sí logro calmarme, cuando tomo café, aunque parezca una incongruencia, cuando cocino donde organizo todos los elementos y tengo la paciencia de esperar los tiempos necesarios para que los alimentos estén lo mejor posible y cuando hago escribo, ese masaje de dedos que me hace pararme para pensar en la palabra concreta que quiero plasmar.

Lo que sí tenía claro es que con estos nervios, no podía ser actriz. La gesticulación mía es tan extrema que, cuando algún director me dijera "menos intensidad", no podría responder ni darle lo que me pide. Tendría que ir a una yo externa que no existe ni me gusta. No me ocurre, por el contrario, cuando locuto o hago de narrador porque me gusta que las palabras fluyan y, evidentemente, dependiento del tipo de tono que precise el programa, es más que divertido adaptarte a tener una modulación más sosegada o con más ritmo. Eso sí que lo consigo.

Y se que es difícil seguirme en mi caos pero dejadme que yo me lo organice.

No hay comentarios: